Escribo esta crónica sorprendido en primer lugar por las críticas
que han aparecido en varios medios calificando el sonido del evento como
pésimo. Francamente no sé si hemos estado en el mismo recinto o es que mi
ubicación era privilegiada, y no detecté más que algún que otro acople en
momentos de la actuación de The Primitives el sábado de madrugada, y que achaco
más al brío de su vocalista Tracy Tracy que a problemas técnicos. Hay que tener
en cuenta que es un Palacio de Deportes no de Festivales, y además la sonoridad
de un recinto cerrado no es la misma que la de un estadio al aire libre por
ejemplo, pero me reitero en el hecho de que sonaron francamente bien,
especialmente Ramoncín, Rosendo y Loquillo la noche del viernes, y que, para
nada, hay que destacar como fracaso el sonido del festival.
Aclarado este tema, pasamos a los hechos. La noche del
10 de noviembre prometía y cumplió. Un Ramoncín, que parece que ha hecho un pacto con
el diablo y por el que no pasan los años, comenzó la dosis de rock que los más
madrugadores esperábamos. No faltaron ni “litros de alcohol”, ni “límites”, ni
“susurros”, y todos sus grandes temas fueron coreados por un público cuya media
de edad pasaba la cuarentena con facilidad. Si alguien tenía alguna duda de la
solvencia de Ramón en el escenario, de su voz, su actitud rockera y su buena
forma, se le quitaron todas. Prácticamente tocó temas de todos sus trabajos,
desde los más clásicos a los más recientes pero sin bajar el pistón en ningún
momento. Al comienzo del concierto nos avisó que “iba a hablar poco porque no
tenía mucho tiempo y quería tocar el máximo de canciones posibles”. Una actitud
que se agradece ya que, como lamentablemente se confirmaría más tarde, el
tiempo que tenía adjudicado era, efectivamente, muy corto. Esperemos que no
tarde en volver por estas tierras y nos regale un bolo de los suyos de esos que
llegan a las 3 horas.
Pasar de Ramoncín a Rosendo fue una transición poco
trasgresora. No hace falta precalentamiento para disfrutar de la magia en
escena del madrileño pero en este caso el personal estaba más que lleno de rock
en sus venas y quería más. Y se lo dio. Y vaya si lo dio. “Masculino singular”,
“Pan de Higo”, “Maneras de Vivir”, “Flojos de pantalón” o el inevitable
“Agradecido” fueron coreados por todo el Palacio de Deportes. Me comentaba un
compañero de conciertos que Rosendo desprende un aura en el escenario que lo
hace único. Y es cierto.
El trio de ases de la noche se completaba con nada menos que
Loquillo y, como hemos podido comprobar ya en numerosas ocasiones, nunca
defrauda en sus actuaciones y, por muchas veces que le hayas podido ver, aún
con el mismo repertorio, cada una de ella es única. Un auténtico lujazo poder disfrutar del Loco
en distancias cortas y poder gozar con su pose y su presencia escénica. Si
además resucita temas como la injustamente maltratada “La mataré”, “Esto no es
Hawaii”, “Rock´n´Roll Star”, “Feo, fuerte y formal”, “Quiero un camión”, “El
ritmo del garaje”, “Cadillac solitario”, “Besos robados”, “El rompeolas”… y se
da un baño de masas con el público al son de “Carne para Linda”, ¿Qué más se
puede pedir? Más de dos horas de concierto dieron para mucho pero se hicieron
cortas. Como siempre.
La noche del viernes finalizó con los Achtung Babies, banda
tributo a U2, que cumplieron como ya demostraron hace un par de años en la sala
Escenario Santander, aunque con un aforo más reducido que en los conciertos
previos.
El sábado 11 de noviembre arrancó con Avalanch, la mítica superbanda
española de metal, que rescataron su disco “El Ángel Caído” para deleite de los
que íbamos acercándonos al Palacio de Deportes a por nuestra segunda tanda de
rock´n´roll. Sonaron “Tierra de nadie”, “Delirios de grandeza” o “Las ruinas
del Edén” del citado disco, tras el cual comenzó un set acústico entre Alberto
Rionda e Isra, destacando “Vientos del Sur”. Al finalizar éste, comenzó un set
más eléctrico incluyendo entre otros “Alas de Cristal” y “Torquemada”.
La jornada continuó con los suecos Europe que decepcionaron
en parte a sus seguidores pues, tras más de dos horas de show, prácticamente no
habían tocado ningún tema “clásico”. Sonaron, eso sí, “Rock the night”,
“Superstitious” o “Cherokee” pero nos quedamos con ganas de sacar los mecheros
y disfrutar de su power balada ochentera “Carrie” por ejemplo. “The final
countdown” puso el broche de oro perfecto a una actuación correcta, y con la
que aprovecharon para presentar varios temas de su último largo “Walk the
Earth”.
Habría que esperar a los británicos The Primitives para que
Tracy Tracy encendiera al personal al ritmo de sus descargas power pop. Con un
público menos nutrido que el que se agolpaba en el exterior para reponer
fuerzas en las food trucks, dieron lo mejor de sí y lucharon contra los acoples
de sonido en varias ocasiones, lo que no restó fuerza a su directo. Sonaron, por supuesto, sus dos clásicos “Way
behind me” y “Crush”, esta última coreada por todos los que aún tenían fuerzas
a esas horas, y se fueron sin dar propinas, quizás un poco decepcionados al ver
la estampida post-Europe. Comprensible.
Esperemos que se repitan más iniciativas como esta más a
menudo pues ha quedado demostrado que son respaldadas sobradamente.
Lo mejor:
- El concepto de festival temático rock + food trucks.
- La noche de viernes y su trío de ases nacional.
Lo peor:
- Habría que reforzar la zona de food trucks para evitar colas a horas punta y aumentar la oferta gastronómica.
- Europe sin “Carrie” no son Europe 100%. Muy mal Joey Tempest…
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